Cajal no era aficionado ni a la fotografía ni al dibujo
(El pasado 10 de junio celebramos “Las dos culturas” #NaukasPamplona, un evento de divulgación científica donde un grupo de amigos unimos el arte, la música, la danza, la poesía, la ciencia… Esta fue mi intervención)
Esta es la historia de un niño, un niño travieso, díscolo, mal estudiante. Se metía en peleas, era un gamberrete, un pandillero. Le encantaba hablar en clase con sus compañeros, escaparse al campo, y hacer caricaturas de sus profesores, que en aquel tiempo estaban muy mal vistas. Pero era un crío muy espabilado, tenía una gran destreza manual y rapidez mental. En definitiva, era lo que aquí solemos denominar un “guindilla”.
Como se portaba tan mal, era castigado con frecuencia y le dejaban encerrado en el sótano de la escuela a oscuras. Le castigaban “al cuarto oscuro”.
En uno de esos castigos, nuestro protagonista hizo un descubrimiento sorprendente: se dio cuenta de que por una grieta de la contraventana entraba un pequeño rayo de luz que se proyectaba sobre la pared y se veía, cabeza abajo y con sus colores naturales, las personas y los carruajes que pasaban por la calle, por el exterior de la escuela. Entonces, el niño se dedicó a ensanchar con su dedito el agujero por donde pasaba la luz y comprobó que las figuras se desenfocaban, se difuminaban y se hacían vagas. Pero cuando hacia la brecha más pequeña, con bolitas de papel que pegaba con saliva, entonces crecía el detalle de las figuras y se veían más enfocadas, más nítidas. Aquella cárcel, aquel cuarto oscuro donde estaba castigado era en realidad una cámara oscura. Entonces, el niño se entretenía calcando sobre un papel aquellas figuras que se reflejaban en la pared.
El ser castigado al cuarto oscuro acabó siendo habitual en aquel niño travieso e inquieto, pero para él era una diversión fascinante.
Pasaron los años, y ya con 16 (estamos en 1868), aquel joven volvió a quedar embelesado por otro gran descubrimiento: un amigo le invitó a un improvisado laboratorio donde hicieron su primer revelado fotográfico. Comprobó cómo una placa de bromuro de plata, recién impresionada por la luz en una cámara oscura, bajo la acción de un agente químico reductor, revelaba una imagen latente, misteriosa, oculta. Se despertó así lo que él mismo denominó como una pasión que duró hasta el final de sus días: una pasión por la fotografía.
Aquel joven se llamaba Santiago Ramón y Cajal, que como todos ustedes saben era un aragonés ilustre… nacido en Navarra, en Petilla de Aragón, porque los navarros somos de donde nos da la gana.
Nuestro joven protagonista tenía otra gran afición, una irrefrenable afición por el dibujo. Le gustaba dibujar todo, desde caricaturas de sus profesores, que como hemos visto le causaron algunos problemillas en la escuela de su pueblo cuando era niño, hasta bodegones, paisajes y retratos. Su padre, que era médico rural, no entendía esta afición de Santiago. Lo consideraba una pérdida de tiempo, una afición absurda. Su padre más de una vez le quitó los lápices de colores y jamás le compró una pintura. Pero Santiago se refugiaba en el dibujo y nunca dejo de dibujar y pintar. Dibujos de una belleza apabullante, auténticas obras de arte.
Santiago quería ser dibujante, no quería estudiar medicina y prácticamente obligado por su padre (esas “sugerencias de obligado complimiento” que suele hacer la autoridad) se matriculó en la Facultad de Medicina de Zaragoza, donde su padre daba clase de anatomía. Allí, asistió a las disecciones anatómica con su padre, y durante las clases él pintaba y dibujaba lo que veía. Aquellos dibujos, de una calidad y belleza extraordinarios, son un auténtico atlas de anatomía humana. Y fue entonces cuando el padre se reconcilió con su hijo y reconoció sus habilidades y la importancia del dibujo para la docencia y la ciencia. Para Santiago, la fotografía y la pintura eran un reflejo de su anhelo de belleza.
Su espíritu inquieto y emprendedor le llevó a innovar en el campo de la fotografía. Él mismo, en su casa con ayuda de su mujer, se fabricaba sus propias placas fotográficas, y no solo por razones económicas, era padre de familia numerosa, sino para mejorar las técnicas. Empleó sus microscopios para mirar a través de ellos las placas fotografías y poder entender así lo que ahí ocurría y mejorar los protocolos. Mejoró la sensibilidad de las placas, redujo el tiempo de exposición (que entonces era muy largo), mejoró el contraste y la nitidez de las imágenes y el tratamiento químico del revelado. Obtenía así imágenes de mucha mejor calidad. La calidad de sus placas fotográficas era excelente y muchos fotógrafos profesionales de la época acudían a él para comparárselas.
Cajal fue pionero en la fotografía en color, hizo algunas de las primeras fotografías en color en España de principios del siglo XX. En 1912 escribió un libro “Fotografía de los colores. Bases científicas y reglas prácticas”, que, pese a la novedad, pasó inadvertido. En él, propuso algunas mejoras en el campo de la fotografía en color, como el uso de filtros, lentes, técnicas de revelado y procesamiento de la imagen, pero no llegaron a desarrollarse de manera industrial (recordemos que estamos en la España de principio de siglo XX). Cuentan que años después algunas de estas mejoras fueron patentadas por un tal Kodak.
A Cajal le fascinaba fotografiar todo: paisajes, ciudades, documentaba sus viajes y sobre todo… retratos. Quería captar así la esencia de las personas a través de sus retratos. Se hace retratos con su familia, con amigos y colegas, en el laboratorio, con sus microscopios… Es pionero en hacerse selfies. Es muy frecuente verle en los auto retratos con la mano cerrada, donde tenía el disparador para hacerse la foto. Incluso hace el primer microfilm: un autorretrato de 1,5 mm que solo es posible verlo al microscopio. Estamos en 1880.
Pero, ¿qué tiene que ver todo esto con el título “Reazione Nera”?
Nos vamos ahora a Pavia. Camilo Golgi es un médico italiano nueve años mayor que Cajal, que también trabajaba con cerebros humanos. Para poder manejarlos en el laboratorio, Golgi los sumerge en una solución salina de dicromato potásico para endurecerlos y poder así manejarlos y cortarlos. (Recuerden que el cerebro es una masa de un kilo y medio, en la que el casi el 80% es agua y algunos la utilizan para pensar). Además, Golgi añadía nitrato de plata, parece ser que para evitar que se le contaminara, ya que la plata tiene efecto bactericida y evita que se contaminen las muestras y se pudran. Cuentan que debía guardar esos cerebros en la cocina de su casa, y nos podemos imaginar la escena. Un día su mujer, ya un poco hartita de tener toda la cocina repleta de cerebros teñidos de plata, le dijo: “Camilo, «michico», o te llevas todas estas marranadas o lo tiro todo a la basura”. Y Camilo, muy obediente, se los llevó al laboratorio y antes de tirarlos, los miro al microscopio. Y lo que vio fue fascinante: la estructura completa de las células del sistema nervioso como no se habían visto antes jamás, el cuerpo celular donde está el núcleo, el axón y las dendritas ramificadas. La diferencia con lo que mostraban las tinciones habituales de entonces con hematoxilina-eosina era espectacular. A esta reacción (dicromato de potasio + nitrato de plata = cromato de plata) Golgi la denominó “reazione nera”, reacción negra, en la que el cromato de plata (de color negro) precipita se deposita dentro de las células. Golgi pensaba, erróneamente, que el cerebro era una red continua de células fusionadas unas con otro a través de las dendritas, lo que denominó la teoría reticular.
Pero volvamos a nuestro protagonista, Cajal. En aquella época, había un destacado neurólogo español, el Dr. Simarro (estamos en 1887) que enseña a Cajal la técnica de Golgi. Y Cajal se entusiasma con ese descubrimiento. Pero la reazione nera de Golgi tenía algunos problemas. Era un método muy caprichoso, ya que solo teñía entre el 2 y 10% de todas las células, y nunca las mismas ni con la misma eficiencia. Todavía hoy en día no sabemos por qué esa tinción era tan aleatoria. Así que Cajal, decide domesticar la técnica. No sigue la receta, sino que mejora los protocolos: utiliza una doble impregnación, otros reactivos, distintas concentraciones y tiempos de incubación. Modificar y mejora la tinción de Golgi. Por ejemplo, incluye las piezas de cerebros en celoidina, para mejorar el corte. Y la celoidina no es otra cosa que el compuesto que se empleaba para fabricar las placas fotográficas. El paralelismo entre las técnicas fotográficas y la tinción de plata de Cajal son innegables. La reacción negra es muy similar al revelado fotográfico. Lo mismo que hoy en día en los centros de investigación biomédica van del laboratorio a la cama del enfermo y viceversa, Cajal utilizó sus microscopios para mejorar la fabricación de las placas de fotografía, y empleó sus conocimientos fotográficos para mejorar las técnicas de tinción. Además, tuvo la genialidad de emplear tejido embrionario de animales jóvenes, con menos capa de mielina, lo que facilita la impregnación y la tinción.
Pero hay que tener en cuenta que lo que Cajal ve al microscopio son imágenes muy complejas. Las muestras, los cortes de cerebro, tiene un grosor y Cajal ve varios planos, que enfoca y desenfoca con el microscopio. Cajal tiene que interpretar esas imágenes, y sobre todo explicar lo que ve, para acabar de definir su teoría, y es entonces cuando emplea otra de sus habilidades: el dibujo. Todas sus publicaciones llevarán asociadas un dibujo. El dibujo le permite detenerse en los detalles importantes. Sus dibujos no son una representación gráfica fiel de lo que está viendo en ese momento concreto al microscopio. Son una imagen integradora, ideal, construida a partir de cientos de imágenes vistas al microscopio y cogiendo los mejores detalles de cada una de ellas.
Veía tejido muerto, pero él se imaginaba el movimiento. La sinapsis la describe como besos entre neuronas, y las neuronas como las mariposas del alma. El cerebro no es algo estadístico, fijo, sino que cambia, se adapta. Desarrolla, así, su teoría neuronal, la neurona es la unidad anatómica y fisiológica. El cerebro no es una red continua de células como decía Golgi, sino conexiones de células, neuronas, individuales.
Algunos dicen que Cajal era aficionado a la fotografía y al dibujo. Cajal no era aficionado a la fotografía, Cajal era fotógrafo, Cajal era un gran artista, uno de los mejores dibujantes del siglo XX. Muy probablemente si Cajal no hubiera sido fotógrafo y dibujante no hubiera podido interpretar como hizo lo que veía al microscopio y no hubiera desarrollado su teoría neuronal.
Cajal, junto con Golgi, recibe el premio Nobel en 1906, y es el mejor ejemplo de que solo los genios son capaces de unir las distintas formas de conocimiento (el arte y la ciencia) para resolver problemas complejos.
No quiero terminar sin citar mis fuentes de inspiración:
Reazione Nera. Cajal y el impulso nervioso de la fotografía. Martí Llorens y Rebecca Mutell. Museo Universidad de Navarra, 2023.
Cajal. Un grito por la ciencia. José Ramón Alonso y Juan Andrés de Carlos. Next Door Editorial, 2018.
Puedes ver mi intervención en #Naukas Pamplona Las dos culturas AQUí.
Otras referencias:
El Arte que alumbró la moderna Neurociencia: El dibujo científico de Cajal y sus discípulos. Autor: Fernando de Castro.