Un virus sin azúcar: descubren por qué las personas mayores han resistido mejor la reciente pandemia de gripe A

Como ya hemos comentado en estas páginas, uno de los enigmas de la reciente epidemia de gripe A era que las personas mayores parecían tener cierta protección natural. Todos los indicios apuntaban que estas personas podrían tener anticuerpos frente al virus que causó la pandemia de gripe de 1918, ya que ambos virus son del tipo H1N1. Ahora, una investigación publicada en la revista Science demuestra una semejanza estructural entre ambos virus que explica este fenómeno, y nos recuerda que conocer la estructura de los virus es esencial para entender por qué causan enfermedades y para poder desarrollar vacunas efectivas.

   

Los investigadores han encontrado que los dos virus, aunque separados en el tiempo por casi un siglo, son muy similares en una proteína llamada hemaglutinina, que es reconocida por nuestro sistema inmune. En los virus de la gripe que nos infectan cada año de manera estacional, esta proteína está recubierta con moléculas de azúcar, quedando así escondida del sistema inmune. Se trata de una elegante estrategia que emplean muchos virus para evadir las defensas del huésped y pasar desapercibidos. Estos azúcares comenzaron a aparecer en los virus del tipo H1N1 hacia los años 40, y para los años 80 prácticamente la totalidad de los virus de la gripe estaban “adornados” con estás moléculas de azúcar. Actualmente, las vacunas contra los virus de la gripe estacionales se preparan con estas proteínas recubiertas de azúcar.

Ahora, los científicos han encontrado que tanto el virus de 1918 como el de la gripe A de 2009 tienen la hemaglutinina desprovista de azúcares, lo cual podría explicar por qué las vacunas de la gripe estacional no protegen contra la gripe A. Además, esto explicaría que las personas mayores que hubieran podido estar expuestas al virus de 1918 y a sus inmediatos descendientes, hayan desarrollado anticuerpos frente a la hemaglutinina sin azúcar, y estos mismos anticuerpos les han protegido frente al virus de la gripe A.

Así que parece que la evolución del virus H1N1 a lo largo de este último siglo ha “cerrado el círculo”. Cuando apareció por primera vez en 1918, el virus no necesitaba esconder su cubierta con moléculas de azúcar, porque no había anticuerpos humanos contra él. Al ir apareciendo anticuerpos que bloqueaban la hemaglutinina, el virus “aprendió” a camuflarse con moléculas de azúcar. En la reciente epidemia de gripe A, la mayoría de la población tenía anticuerpos contra hemaglutininas recubiertas, de modo que de nuevo resulta ventajoso para el virus carecer de esos azúcares.

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